lunes, 11 de octubre de 2010

Viernes

Ya, que estoy a punto de perderme. Perderme sin tí, de nuevo sin tí, tú que regresaste pero no volviste. Y es que nada vuelve, ya nada. Incluso lo que promete ser una línea de continuidad, por leve que sea, en cualquier momento se rompe. Así me siento. Siento que últimamente todo se rompe. Yo lo rompí? Quise romperlo? Ellos lo rompieron? Yo que sé. Pero estos días han sido como si el karma quisiera tragarme, devorarme, y yo ya no tuviera más que dejarme tragar por él. Perderme, sepa Dios en qué. En la niebla, en el mar, en la luz. No sé.
Digo karma, por que de algún modo cuando lo pienso, veo que todo ha sido resultado de mis acciones, por pequeñas que sean o que hayan sido, pero no entiendo como desembocan en un río tan grande donde todo se va.
Incluso tú.
Uff, que Viernes. Es hora que no logro reponerme. Lo que prometía salir mal salió mejor de lo que esperaba y lo que no tenía por que afectar tanto se jodió, no se si por completo. Sergio no debió beber tanto, yo debí avisarle a Paco que no podría verlo... en fin.
Creo que hasta cierto punto cuando una acción que involucra a dos personas sucede, ambos son responsables por dicha acción. El que la emite es responsable de lo que provoca, pero también el que la recibe o recibe el efecto de dicha acción es responsable de cómo la recibe. El receptor de la acción es también causante del efecto, él es responsable del desenlace, de cómo quiera tomárselo.
Después de todo no queda más que aprender de los errores y perdón, pero quién quiere lanzarme la primera piedra? A ver si después no se le entume el brazo. 
Y aún así, llega él. Hoy llega él con esa cara que resplenadece y esa seguridad en sus pasos que me hace dudar tanto. Llega para intentar entregarme un pedazo de vida, por que su tiempo, sus palabras, su mirada, todo eso es vida, su vida, y me pide que le entregue yo también la mía. Cómo decirle que no se si podré, que ya me han entregado tanto, tanta saliva, tantas lágrimas, tanta frustración, desesperación, sudor, que ya no quiero robarle nada a nadie, aún cuando no sea robar exactamente, pues lo que obtienes de otro es lo que te entrega. No se que tenga yo para entregar o que tanto pueda dar.
Ah no se, creo que era mejor que llegara Sergio y yo pudiera devolverle sus cosas. Pero él nunca apareció.
Igual que tú, que sigues sin aparecer aunque estés aquí.
Hasta la espera se desgasta, envejece, se rompe. Ni ella logra ser lineal, constante.

sábado, 2 de octubre de 2010

M.

Y así, sin más, hoy decidiste confiar en mí.

Cuánto puede cambiar una persona: de desobligado a utilitarista interesado, de utilitarista interesado a simplemente noble y capaz de ver la grandeza de lo simple.

Hoy recordé que todo tiene que ver con todo. La ciudad, yo, un simple punto en algúna trama de algún mundo posible dónde no hay nada excento de sentido. Un mundo posible que no es tan grande. Cada cuánto estamos conscientes de lo pequeños que somos? Sólo sómos puntos que se mueven. Luces que parpadean. Polvo que flota. Y cuánto es lo que creamos y cuánto lo que destruimos... Cuánto se alteraría el equilibrio si dejáramos de hacer lo que hacemos? Si dejáramos de reir, de matar, de soñar, de robar.

Y aún así, siempre has obtenido lo que quieres.