miércoles, 3 de noviembre de 2010

Sí. Tal vez.

Hay veces que me importas tanto, pero tanto, que me asfixia el mismo aire que respiro. Luego camino y cuando el aire se ha terminado y ya no hay nada más por respirar, me sorprendo a mí misma tan libre, tan feliz, tan serena, que te vuelves una hoja que se ha escapado de mis manos y sin siquiera quererlo mi pensamiento te deja libre también a ti.
Y no te olvido, eso nunca, tal vez tampoco dejes de importarme, tal vez simplemente dejas de importarme.
Luego llega la hora del café, aquél de Taxqueña al que casi siempre vamos y hablamos y siento lo sola que estás y me lamento por no ser suficiente para arrancarte de tu soledad, pero aún así ya no importan los pequeños aguijones que entraman tus palabaras por que soy tan libre, tan del viento, que no hay manera posible en que puedan llegar, llegar siquiera a mis cabellos. Sonrío para mis adentros y las acaricio con ternura como se acaricia a la inocencia que ha querido matarte de una puñalada. Ja! Estúpidos maniquíes sin otra cosa que fiestas y cuerpos, sabemos bien que ellos tampoco te libran, tampoco te escapan, si están más solos, más solos que tú y que yo juntas.
Pero entonces, no se cómo, o tal vez no quiera saber cómo, simplemente por ocio? por sadismo? juego un poco en la orilla del abismo. Recuerdo las veces que has intentado lastimarme, que he permitido, querido o quizás ninguna de las dos, que tus pequeños aguijoncillos entraran en mi piel; y sin previo aviso tomo la oportunidad, la afilo y casi sin pensarlo (o tal vez muy premeditadamente) trato de internarla en tu cuello.
A ciencia cierta no se si lo logro por que lo que me lastima a mí, no es siempre lo que te lastima ti, sin embargo el sopor no se hace esperar (Maldito Lunes y malditas palabras alcoholizadas del Sábado) y entonces me jodo a mi misma pensando que pude lastimarte y que en verdad no quería hacerlo, en verdad no quería y me arrepiento.
Y recuerdo tanto, pero tanto las palabras que pensaste cuando tu otra amiga te restregaba en la cara otras situaciones, con otras personas que nunca eran tú: "Ándale cabrona, sabes que me estas lastimando".
Las repito y me pregunto si las dirás también conmigo, o si acaso ya las he repetido tanto cada que te comportas del mismo modo, que tal vez ya sean tan mías, como si hubieran salido del fondo de mi razón y no del tuyo.
Que más da, ya se lo que viene después. Me cansaré de verte como mi salvavidas, sabré que hago mal contigo y te volveré a dejar escapar un buen tiempo. Hasta que te empeñes en que tus aguijoncillos me lleguen, y lo logres y se tenga que repetir el maldito círculo vicioso.
Tengo que salir de él. Yo no quiero lastimarte, ya no quiero. Pero luego recuerdo que mientras tú no quieras que yo te lastime no lo haré. Y mientras yo ya no quiera seguirme lastimando contigo, no importa lo que digas, ni lo que hagas, viajaré en el viento, sin preocuparme por si soy o no suficiente amiga para ti y claro que me importas y claro que me importarás y estarás siempre en mi mente y siempre sentiré que te debo algo, pero ya no necesitaré aquello que me recuerda que estoy viva, dejaré de necesitar al dolor para recordarlo.
Estoy viva y eres mi amiga sin necesidad de que me jodas o de que te joda o de que me joda contigo, lo mismo me da.
Tal vez aveces sólo necesito una excusa para escribir algo. Hasta eso te debo desde hace seis años.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Uh, muy interesante.